martes, 6 de octubre de 2015

"LOS TRES DIABLOS" DE LOS TERAPEUTAS

Uno de los requisitos previos para poder ejercer como terapeuta, es lógicamente el interés genuino por las personas y su bienestar, algo que conlleva trabajar a favor de los pacientes sin mediar sus propias necesidades o motivos personales.
 
A este respecto, Kanfer y Schefft (1998) identifican los "tres diablos del terapeuta":



 
 
VOYEURISMO: Supone una curiosidad e interés por los asuntos privados de un paciente, sin que sean de relevancia para la labor terapéutica. A este respecto, toda la información que se pida, debe estar dirigida a aspectos relevantes para evaluar los problemas del paciente y jamás para satisfacer la curiosidad.
 
BÚSQUEDA DE PODER: La relación terapéutica es asimétrica, ya que el paciente muestra su vulnerabilidad, se abre en sus pensamientos, sentimientos y vivencias a otra persona de la que no conoce nada, ya que no existe un intercambio de emociones y experiencias (tan sólo esporádicamente y dentro de una técnica autorreferencial que se puede emplear de forma aislada y dentro del contexto de la terapia).
 
El terapeuta está en una posición en la que aconseja, dirige un tratamiento, y en el que el paciente suele confiar, si se ha establecido un buen rapport entre ambos. De esta manera, es importante que el terapeuta emplee solamente su diferente posición dentro de esta relación cuando conlleve beneficios para el paciente en su propio proceso de cambio (podríamos a entrar a debatir el tipo de terapia directiva/no directiva)
 
AUTO-TERAPIA: El terapeuta debe ser especialmente cauteloso en no proponer como objetivo prioritario del tratamiento algún aspecto, dentro de la problemática general del paciente, que tenga que ver con sus propios conflictos personales o problemas superados, ya que además de que pueda resultar que "ese" no es el problema fundamental del paciente, el terapeuta corre el riesgo de, a través del tratamiento del paciente, centrarse en una tarea introspectiva de solución de sus propios problemas.

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